La decisión de buscar un nuevo dentista no fue por un dolor repentino, sino por algo más profundo. Fue el resultado de una mala experiencia pasada y la firme convicción de que mi salud bucodental merecía un enfoque serio y de confianza. Vivir en Santiago, una ciudad con una oferta sanitaria tan amplia, presentaba una paradoja: un abanico enorme de opciones, pero también la abrumadora tarea de encontrar al profesional adecuado. No buscaba simplemente a alguien que me hiciera una limpieza; buscaba a los mejores odontólogos Santiago de Compostela, a un equipo con el que construir una relación a largo plazo.
Mi búsqueda comenzó en el siglo XXI: con el móvil en la mano. Dejé a un lado el viejo método de elegir la clínica más cercana. Me sumergí en una investigación casi detectivesca. Abrí Google Maps y empecé a leer reseñas, no solo las de cinco estrellas, sino los comentarios detallados. Buscaba palabras clave: «paciencia», «delicadeza», «explica todo el proceso», «sin dolor». Quería un profesional con buenas «manos», como se suele decir, pero también con empatía.
Visité las páginas web de las clínicas mejor valoradas. Me fijé en la tecnología que presentaban: ¿usaban radiografía digital, escáner intraoral 3D, diseño de sonrisa? Una clínica que invierte en tecnología moderna me indicaba un compromiso con la odontología de vanguardia. También valoré la presentación del equipo: ¿quiénes eran?, ¿qué especialidades tenían? Me di cuenta de que «el mejor» dependía de la necesidad; si necesitaba una endodoncia, quería a un especialista en ello, no a un dentista general.
Con una lista corta de tres clínicas, todas en la zona del Ensanche y con una reputación impecable, di el siguiente paso: la primera toma de contacto. Llamé para pedir información. La amabilidad y profesionalidad de la persona en recepción fue mi primer filtro real. Finalmente, pedí una primera cita de valoración en la que más confianza me inspiró.
Esa primera visita fue la confirmación. No me sentí apresurado. El odontólogo me dedicó tiempo, me realizó un examen exhaustivo y, usando una cámara intraoral, me mostró en una pantalla exactamente lo que veía, explicándome cada detalle. Me presentó un plan de tratamiento claro y un presupuesto detallado, sin ninguna presión. En ese momento, en esa clínica impecable de Santiago, supe que mi búsqueda había terminado. No había encontrado solo un dentista, sino un equipo que transmitía la profesionalidad y la confianza que, para mí, son tan importantes como la propia salud.